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La villa de Muros se encuentra al norte de la Ría de Muros y Noia. La principal actividad en Muros es la pesca y en verano recibe un gran número de turistas que se acercan a esta animada población costera para disfrutar de su gastronomía y de sus espectaculares playas.

En invierno en Muros llueve. No siempre ni todo el tiempo, y los días claros y despejados no son excepción, pero las borrascas y temporales atlánticos traen viento, lluvia y una temperatura suave en esta época del año.

Es la mejor oportunidad para conocer en persona porqué a esta parte de Galicia la llaman Costa da Morte, donde rompen las grandes olas oceánicas. Los faros y las extensas playas solitarias se transforman en paseos inolvidables. Unas botas y un chubasquero bastan para disfrutar de esta experiencia. Y después escuchar el viento junto a la chimenea del hotel, con un reconfortante albariño, o rias baixas, criado junto a este mismo mar, mientras llegan los siempre apetecibles productos de la ría en cualquiera de los numerosos bares tascas y restaurantes cercanos.

Qué ver

A pie, no debe dejarse de visitar la peculiar colegiata marinera. A cinco minutos del hotel. Más allá, la fachada marítima de la villa es un paseo que nos llevará hacia los molinos de marea o hacia el faro de Rebordiño, mientras contemplamos el trabajo de las bateas mejilloneras. Es muy recomendable un tranquilo paseo por las calles interiores de la villa, sin plano ni guía, con la seguridad de que nos llevará a imaginar lo que fue una villa aislada y comunicada sólo por mar durante siglos.

Un poco más lejos, en un corto paseo en coche, los primeros faros de una ruta que podemos prolongar cuanto queramos. Los paisajes inolvidables están asegurados.

No debe dejarse de visitar la playa de Carnota, un arenal de más de 8 kilómetros, con unos niveles de protección y conservación como ninguna otra. Y un poco más alla, la cascada de Ézaro, en la que el río se precipita directamente al mar desde gran altura, siendo posible llegar al pie mismo de la caída de agua. Es posible incluso, si el mar lo permite, la visita a las Islas Loberías y su faro, así llamadas por ser refugio ocasional de lobos marinos.